Llega a los cines Los juegos del hambre: En llamas, la segunda entrega de la saga basada en las novelas de Suzanne Collins. Una secuela que vuelve a estar protagonizada por Jennifer Lawrence y que eleva notablemente el nivel respecto a su antecesora. En llamas retoma la historia Katniss Everdeen después de ganar, junto a su compañero del distrito 12 Peeta Mellark, la 74ª edición de los Juegos del Hambre. Desafiando las reglas se convirtieron en campeones: salvaron sus vidas… pero estas ahora pertenecen al Capitolio.
Ambos tributos se ven obligados a embarcarse en la Gira de la Victoria, un recorrido de doce días por los doce distritos organizado por el poder totalitario para exhibir a los campeones como monos de circo. Katniss y Peeta -el personaje interpretado por Josh Hutcherson que lleva con bastante dignidad y elegancia el hecho de ser el pagafantas oficial de toda una saga- deben continuar con su farsa amorosa para mayor gloria del Capitolio y para salvar las vidas de quienes más quieren.
El presidente Snow (Donald Sutherland) ha sido claro: o siguen sus directrices, o no habrá Distrito 12 al que puedan volver. Ellos son los maniquíes vivientes de una maniobra de marketing masivo para intentar calmar a las masas y garantizar el statu quo que ha imperado en el mundo en los últimos 75 años.
Pero mientras representan su teatrillo de la victoria de distrito en distrito, los últimos campeones ven cómo su hazaña ha echado raíces entre los habitantes más oprimidos de Panem. Katniss y su sinsajo se han convertido en el símbolo de la lucha contra el poder establecido. Pero Snow no está dispuesto a permitir que la semilla revolucionaria germine. Instigado por su nueva mano derecha, Plutarch Heavensbee, el flamante Vigilante Jefe al que da vida Philip Seymour Hoffman, el tirano despliega a sus tropas (que llevan el paradójico nombre de agentes de la paz) e impone un brutal estado policial.
Además, Snow guarda un gran as en la manga: El Vasallaje, una edición especial de los juegos que cada 25 años enfrenta a los tributos ganadores de cada distrito. Una lucha entre variopintos y letales vencedores de antaño para demostrar que nadie, ni siquiera sus campeones, escapa de poder del Capitolio.
«Los Lawrence» suben el nivel
Estas son las líneas maestras sobre las que se articula Los juegos del hambre: En llamas, una secuela de la que lo primero que hay que decir, y remarcar, es que está un par de escalones por encima de su predecesora. Francis Lawrence, que sustituye en la silla de dirección a Gary Ross, toma rápidamente el pulso a la distopía futurista trazada por Collins y consigue firmar una cinta muy atractiva que despunta sobre todo en su primera parte.
Es entonces cuando somos testigos de la encrucijada -moral y sentimental- en la que se ve encerrada la traumatizada protagonista y de cómo ante sus ojos van lentamente incendiándose las brasas de una revolución que ella misma prendió con su heterodoxa victoria y que todavía está por estallar.
Y además de esos vientos revolucionarios, y sus represivas réplicas, en esa primera parte Lawrence (director) también logra captar el atractivo contraste visual que frente a la maltatratada muchedumbre desprende la estridente y estomagante opulencia que derrochan las clases dominantes.
Un lujo desmedido que tiene como epicentro la fiesta que se celebra en la sede presidencial, sin olvidarnos de los programas de televisión que conduce el histriónico Caesar Flickerman (Stanley Tucci) y los estilismos imposibles de Effie Trinket (Elizabeth Banks).
Luego llegan juegos, y es en esa segunda parte donde la cinta de Lawrence (director, otra vez) flojea. Con un guión lastrado por los lunares del libro, la acción en la Arena -que tarda bastante en llegar- se antoja falta de músculo y potencia. Escenas de lucha entre jóvenes y no tan jóvenes que nos dan una dosis de acción simplemente correcta para todo lo que hemos tenido que esperar.
El carisma de Katniss
En este corte de dos sabores Lawrence (actriz) se desenvuelve con idéntica soltura. En la primera parte encarna perfectamente a la heroína que no quiere serlo, que no busca ser ejemplo ni símbolo de nada ni de nadie pero que tampoco puede renunciar a su dignidad sin presentar batalla. Y luego, metidos en la arena, el carisma de su figura con el arco en la mano es ya innegable.
A la última ganadora del Oscar a la mejor actriz la acompaña un sólido elenco de secundarios donde sobresalen los trabajos del terrible y totalitario Sutherland; de Tucci, cuyo personaje sería genial como anuncio de Profident; del borrachín Woody Harrelson; y de Seymour Hoffman, que casi sin despeinarse está más que convincente en su retrato como profesional del terror y la manipulación.
Buenos actores, eficaz dirección y una notable factura técnica hacen de Los juegos del hambre: En Llamas un muy disfrutable producto de entrenimiento cinematográfico. A pesar incluso de sus excesivas casi dos horas y media de metraje. Es el prólogo necesario lo que está por llegar, para que dentro de un año, de nuevo con Lawrence dirigiendo a Lawrence, veamos volar alto al Sinsajo. Dentro de un año, cuando todo esté al fin ardiendo.