domingo, noviembre 24, 2024
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Que la poesía les indulte

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Luis García Montero (Granada, 1958) une a su condición de Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, la de poeta. Once poemarios construyen una de las biografías poéticas españolas de más éxito: Premio Adonáis en 1982, Loewe en el 93 y Premio Nacional de Literatura en el 94; añadió el Premio Nacional de la Crítica en 2003.

En “Indulto”, el poema que les proponemos para este fin de semana el poeta nos propone una forma esperanzada de huir de la ciudad acosada por la podredumbre: un viaje en verso. Háganle caso.

Es muy de Andalucía, poner la lírica al servicio de la esperanza. Se cumplen, precisamente, cuarenta años de la publicación de “Hijos del Agobio”, un disco que partía de la decepción para, en el tema “Rumor”, ofrecernos un auténtico poema de ilusión y de esperanza. Quizá no sea casualidad que el «rumor» sea el vehículo que le lleva a nuestro poeta el indulto.

Luis García Montero describe, sin duda, la decepción que producen las fotografías del desastre moderno. Del frío de cuartos sin energía a los agujeros urbanos de carroña; de la gente que sufre al estiércol. Pero no se confundan, el poeta milita en la esperanza.

Del mismo modo que Triana –  con los versos de Jesús de la Rosa– empujaba, a golpe de melismas de cante jondo y  música progresiva, la esperanza para una generación, del mismo  modo que hace cuarenta años nos convocaban a abrir puertas, Luis García Montero nos ofrece el truco final para abandonar el pesimismo: pedirle el indulto a la poesía.

Al fin y al cabo, el viaje a golpe de verso quizá sea incompleto pero es más feliz que la carroña. Al menos eso piensa el poeta. Lean y apúntense a la esperanza.

 

Indulto

A Joan y José Emilio

 

Llamo a conserjería. Tengo frío en el cuarto

y no funciona la calefacción.

Miro por la ventana este paisaje

de vertederos en la niebla sucia.

Ni siquiera la niebla puede ocultar los plásticos,

las latas, la carroña convertida en silencio.

Sólo un rayo de luz

al desnudarlo todo delante de mis ojos

me concede el indulto.

Es una petición en esta vida.

Se han olvidado. Nadie responde a tus llamadas.

¿De qué te quejas?, pienso. Ya lo sabes,

te vas a morir solo.

La muerte es ejercicio solitario

y no habrá nadie más que tú

allí donde se duerman los recuerdos

y las preocupaciones.

Pero pasos de luz en la escalera

-apenas un rumor en el que están los otros-

me suben el indulto.

Es una petición en esta vida.

Como un gato que sale del estiércol,

como el murmullo de la gente

que sufre y se sostiene,

como una habitación en la frontera,

la poesía te indulta.

Con su equipaje pobre para viajar contigo,

más real que el silencio y la carroña,

incompleta, sin tiempo, mal doblada,

la poesía te indulta.

 

Juan B. Berga

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