Elogiada por la crítica especializada, la pintora nos transporta al mundo antiguo y clásico con obras que han sido calificadas como auténticas joyas de la pintura
Guerreros de Asiria, retratos del antiguo Egipto, leones alados mitológicos de Persia, representaciones de la Virgen María, caballeros cruzados, batallas medievales o viajeros del Renacimiento son algunos de los temas que la pintora María Cristina Ferrari aborda en sus excelentes y bellísimas obras, elaboradas con precisión y esmero, para traer al presente imágenes de tiempos remotos. “Imágenes de ensueño” que son un deleite para la vista. Así describe Matías Díaz Padrón, conservador jefe del Museo del Prado, las pinturas de Ferrari.
La obra de Ferrari ha recorrido el mundo. Buenos Aires, Londres, Frankfurt, Florencia, Nueva York, Roma, París o Beijing son algunas de las ciudades donde ha sido expuesta. Y, por supuesto, en numerosos lugares de España, donde esta pintora argentina-española reside desde hace varias décadas. Una artista excepcional, cuyas pinturas y métodos pictóricos nos transportan a momentos que se pierden en el tiempo. Consiguiendo, de esta forma, “tejer una relación mágica e irrepetible” entre quienes contemplan sus obras y la artista, como explica Alfonso Confalone, secretario general de la Galleria Centro Storico de Florencia.
Cristina Ferrari pinta la antigüedad trabajando como se hacía entonces, respetando escrupulosamente los métodos que utilizaban los artistas de civilizaciones desaparecidas o de épocas pasadas. Detrás de cada obra hay un minucioso estudio de las técnicas, los pigmentos o los soportes que empleaban aquellos artistas perdidos entre las páginas de la historia. Pigmentos minerales y orgánicos (rojos cochinilla traídos de Marruecos, azules lapislázuli de Afganistán, verdes extraídos de malaquitas,..), pergaminos, sedas, oro de 22 quilates, papeles especiales, diferentes tipos de madera o piedras semipreciosas son algunos de los materiales con los que Cristina Ferrari pinta y sobre los que plasma sus obras.
Óleos, temples al huevo o de aceite, preparados por la artista, son empleados para sus iconos de estilo bizantino. Las sedas son utilizadas para pintar sobre ellas, siguiendo las enseñanzas de una de sus maestras más admiradas, la pintora Kazu Takeda (premio nacional de pintura en Japón). El procedimiento de la encáustica es usado para sellar sus pinturas con cera pura y tibia de abeja. Fórmulas, en definitiva, para elaborar obras que son a un tiempo arte y artesanía. Las tablas, retablos y yesos de Ferrari están realizadas en este siglo, aunque parecieran recién acabadas por un artista del medievo o del Renacimiento.
En el taller de Ferrari las maderas de diferentes tipos son un elemento primordial para la creación de sus obras, ejecutadas con procedimientos mixtos de pinturas al óleo y pan de oro. Tienen una gran variedad cromática, los colores son vivos e impactantes, y los contrastes marcados. De este modo, los motivos que representa en sus tablas y pergaminos poseen una sorprendente fuerza expresiva. En palabras de Alfonso Confalone, «Cuando un amante del arte observa la obra de Cristina Ferrari el primer sentimiento que le asalta es la conmoción».
Por otro lado, los críticos coinciden en que las pinturas de Ferrari están magníficamente documentadas, siendo un fiel reflejo de los momentos históricos que representan y de las fuentes en las que se apoyan. Las obras de esta artista nos permiten revivir imágenes espléndidas, como los rostros de los enigmáticos retratos de El Fayum que los egipcios que vivieron bajo la dominación romana solían hacerse cuando aún eran jóvenes, para luego colocarlos sobre las vendas de sus momias cubriendo así el rostro. Hoy conocemos estos singulares retratos, que Ferrari ha resucitado en nuestros días, gracias a un burro que quedó atrapado en un pozo. Cuando el pollino fue rescatado por su dueño, éste descubrió los magníficos retratos.
Las tablas de esta pintora nos permiten viajar a través del arte, como por un túnel del tiempo, al fascinante mundo de los asirios o los persas, conocer personajes y hechos fielmente reflejados de la Edad Media, y escenas del Renacimiento. Pinturas de las que es difícil apartar la mirada, que nos atrapan por la precisión con la que han sido elaboradas, por sus impecables pinceladas y, sobre todo, por los colores que inundan sus obras. Porque esta artista recupera para nosotros el fascinante colorido del mundo antiguo, que solemos ver con frecuencia sin la riqueza cromática que tuvo en sus días de apogeo.
Francisco J. Castañón