Ya lo avisó Francisco Castañón en Estrella Digital: la baronesa Thyssen amenazaba con vender un cuadro, en plenas negociaciones para renovar su acuerdo para la renovación de la cesión de su colección.
La señora puede desear presionar al Gobierno o quizá necesite tesorería para pagar su ejercito de abogados, su casa de Marbella y su modesta vida.
En el primer caso, la baronesa insiste mucho en cierta contradicción: quiere ser exonerada de fiscalidad, al tiempo que usar casi un tercio de su colección para hacer caja en el extranjero. Cosa que a Montoro no parece gustarle, aunque si puede apreciar el Ministerio de Cultura.
Sea una amenaza o una desamortización, es el caso que un cuadro – ella ha anunciado con mucho dolor que se trata de caballos de carreras en un paisaje, acabará en manos de Montoro, una vez convertido en euros o en veraneos de ensueño de la baronesa en compañía de hijas, nietos y nietas en Marbella.
La cosa no es baladí. Cuando Usted necesita 'cash', a lo peor pone en el “Wallapop” esa litografía que su suegro o suegra le trajeron un verano de Santorini. Aquí, estamos hablando de alrededor de treinta millones de euros que pondrá algún jeque anónimo y el cuadro irá a parar a algún rincón oculto en el desierto, como ocurriera con La Esclusa de Constable vendido, con cierto escándalo, por Thyssen hace cinco años.
Es tiempo de que se tomen un ratillo y se pasen a ver el cuadro, antes de que desaparezca. Un cuadrito de apenas 50 centímetros que tiene su aquel y su historia.
Degas
Se cumple el centenario de la muerte de Degas en 1917. Murió un par de meses antes de que la Revolución Rusa cambiara el mundo, también el de la pintura.
Degas recibió la influencia del dibujo terminado de Ingres y se interesó especialmente por el cuerpo humano, el movimiento, la fotografía y los grabados japoneses. Intereses que le acercaron a los impresionistas, aunque nunca le gustó que le asimilaran al combativo grupo.
Le apasionaba el ritmo de personas y animales. No es casualidad que bailarinas y caballos fueran dos de sus motivos preferidos.
El cuadro que quiere vender la baronesa, pintado en la última parte de su vida, tiene un punto excepcional, en relación con la obra del pintor: su extraordinario colorido, que probablemente había tomado de Gaugin, a quien había comprado ya un cuadro.
El pastel reitera también una característica de Degás: la pérdida del centro, su anarquía visual. Lo que les permitirá cuando observen el pastel ver caballos que se alejan y otro que se acerca a quien lo ve. La luz, eso si, es puramente impresionista.
Degas también tuvo que vender parte de sus colecciones para pagar deudas de las empresas familiares. Así que igual entendería las tribulaciones de la baronesa. Eso sí, tras vender sus colecciones, Degas se puso a vivir de su trabajo. Un pequeño matiz respecto a la coincidencia con la señora Thyssen.
Juan B. Berga