El hecho de haber crecido en el País Vasco en los 80 y 90 con la violencia muy presente, no fue ajeno a su interés por este tema. De ahí nació «El eco de los disparos: cultura y memoria», después llegó su novela exitosa «Mejor la ausencia», una indagación sobre el Euskadi postindustrial de los 80.
Y ahora su última novela «Formas de estar lejos» (Galaxia Gutenberg) rastrea la violencia de puertas para adentro, la violencia de género, y el abuso en silencio, a través de una pareja, en el contexto de una Universidad americana.
P.- ¿ Cómo empezó su interés por el tema de la violencia?
R.- La violencia es un tema que siempre me ha interesado, incluso antes de dedicarme a este tipo de escritura. Cuando hacía investigación en la universidad. El ambiente en el que crecí y el lugar en el que me crié que fue la Euskadi de los años ochenta de los años noventa, la violencia era algo muy presente. Y luego me interesó algo más filosófico que tiene que ver con nuestra forma de estar en el mundo y forma de entender la realidad.
Yo creo que escribir es intentar no filtrar aquello que no entiendes, que te rodea y no comprendes del todo. Y creo que para escribir la realidad o intentarlo hay que escribir sobre la violencia, porque es algo que es constante en nuestras sociedades.
A veces de forma muy clara, como pudo ser Euskadi , y otras con una violencia que se da en espacios más íntimos y que por tanto es más difícil de ver, como la violencia que trata en esta novela, que tiene que ver con la violencia machista que sucede en la intimidad, que responde a una organización social que es el patriarcado. Y ese patriarcado se da en todos los sitios.
P.- ¿ Este ambiente de crispación social, de enfrentamientos políticos y falta de entendimiento en temas que se pueden considerar casi asuntos de estado, como podría ser la violencia contra la mujer, podría ser caldo de cultivo para la violencia?
R.- Yo creo que ahora vivimos un momento de crispación política importante, pero tampoco puedo pensar una etapa en España que no fuera crispada políticamente. Lo que pasa es que ahora hay elementos que usan esa crispación de forma mucho más agresiva. Igual hace unos años hemos tenido más o menos un consenso sobre lo que era el debate democrático y el respeto al otro. Pero creo que ahora se ha perdido en buena medida por las actuaciones de la derecha extrema.
Esa violencia está muy presente porque también ha habido una reacción muy fuerte a la violencia patriarcal por parte del feminismo y no sólo ya la militancia feminista sino que hay una mayor conciencia de la sociedad de que algo está mal, y de que algo debemos cambiar.
Y creo que frente a ese impulso, no sólo por parte del feminismo militante, sino por un amplio sector de la sociedad, viene la reacción, que no tiene para nada en cuenta la situación de la mujer en esta sociedad. Entonces yo creo que frente a eso tenemos que ser muy firmes e intentar que además ese discurso no se siga normalizando, y yo creo que los medios de comunicación tienen un papel fundamental en ello.
P.- ¿Qué le parece el empuje del movimiento feminista, cómo lo valora?
R.- Pues por una parte, que ya era hora. Nos está costando mucho aceptar el feminismo como una forma de ver la realidad. El feminismo es al final una forma de ver la realidad, de eso nos damos cuenta por lo menos una parte bastante grande de la sociedad. Se trata de un movimiento que busca la igualdad y la consecución de derechos fundamentales para todos.
Más allá de si eres hombre o mujer o de cómo te definas dentro de un género o de otro, yo creo que el impulso que está uniendo a tantas mujeres, y también a hombres, en este nuevo movimiento responde a eso: a darnos cuenta de que hay un problema fundamental en esta sociedad.
Por mucho que legalmente hayamos conseguido cierta igualdad nuestros comportamientos sociales no responden a esa legalidad. Y creo que eso, una vez que te das cuenta, no hay marcha atrás. Por eso yo creo que la reacción está siendo tan violenta porque no hay marcha atrás.
P.- ¿ Además de «Formas de estar lejos», también ha participado en «Tsunami», un libro sobre miradas feministas, coordinado por Marta Sanz , en el que participa usted con una pieza personal con el título «Tirar del ovillo». ¿De qué trata?
R.- Cuando Marta Sanz nos invitó a formar parte de antología nos dijo que pensáramos cómo nos relacionábamos con el feminismo y es algo que desde que empecé mi carrera universitaria lo tengo muy asumido teóricamente, pero me di cuenta de que en mi vida personal igual no había hecho un repaso de mi genealogía y un repaso de las mujeres de mi familia.
Desde esa óptica siempre había dividido un poco esos dos espacios. y decidí pensar en mi madre y mi abuela en sus contextos. Quise reivindicar a esas mujeres que en su momento no pudieron abrazar un feminismo práctico, por sus contextos históricos y por su formación educacional o de clase heredaron de alguna manera comportamientos machistas y no los cuestionaron, pero al mismo tiempo fueron capaces de abrir ciertos espacios de libertad para ellas mismas.
Creo que todos deberíamos pensar un poco nuestras propias genealogías e intentar entender en qué contexto crecieron estas mujeres y qué valores nos transmitieron que podamos usar también ahora cuando pensamos en qué hacer con esta ola tan fuerte y tan tan maravillosa que estamos viviendo.
Estrella Digital