Junto a los Bruno Mars, Ed Sheeran o Iron Maiden que de momento han pasado por aquí (y los que están por venir, como Muse o Bon Jovi), el madrileño ha hecho debutar en casa su más reciente trabajo, «#ElDisco», nada menos que ante unas 55.000 personas que agotaron todo el aforo a velocidad estratosférica, demostrando que en vivo sigue siendo el coloso a batir.
Decepción solo para quienes hubiesen depositado sus esperanzas en ver un concierto de grandes éxitos, pues Sanz ha concebido un repertorio diferenciado, muy incardinado en ese citado último trabajo, doble platino en España, del que han sonado siete canciones de nueve, con un repaso asimismo a sus demás álbumes, pero no necesariamente por lo más trillado.
No ha faltado «Corazón partío» como remate, claro, ni «Mi soledad y yo», «Amiga mía» o «¿Y si fuera ella?» (eso sí, en formato de popurrí), pero en un generoso repertorio de más de dos docenas de canciones no han sonado cartas ganadoras, como «No es lo mismo», «Cuando nadie me ve» o «Desde cuando».
Tampoco ha sonado «La tortura», el éxito con Shakira que ambos interpretaron en su reciente concierto de Barcelona, pero ha compensado a los madrileños con la aparición sorpresa de Camila Cabello en «Mi persona favorita», la de Sara Baras para bailar «El alma al aire», la de Dani Martín en la popera «Lo que fui es lo que soy» y de Pablo Alborán, el otro astro actual de la música española, en «No tengo nada».
A diferencia de lo que sucediera con Ed Sheeran el martes, este sábado la fiesta ha arrancado impuntual, 25 minutos después de las 10, y con la noche bien entrada, lo que por otro lado ha permitido que en estos largos días preestivales los juegos de luces destacaran más en el arranque con «Hoy que no estás», de su celebrado disco «Más», que ha sido el otro gran protagonista del «show».
La gran «A» invertida que se ha convertido en el símbolo de esta etapa del músico ha recibido al público en forma de pasarela desplegada desde el escenario donde aguardaba la banda, una populosa banda de más de 10 miembros fundamental en el desarrollo de la velada y que sigue sin entender de géneros, con tantos hombres como mujeres.
Inmediatamente ha sonado «Azúcar en un bowl», primera pincelada de ese «#ElDisco», álbum multicolor que el propio músico compara con la variedad de «No es lo mismo» (2003) y que contiene algunos trazos arriesgados como este y también brochazos familiares que en el pasado dieron sus frutos. Lástima que de lo poco que ha prescindido de este trabajo esté la canción más bonita, «Este segundo».
«Madrid de mi alma, ¿cómo están? ¡Qué ganas tenía de esta noche!», ha exclamado en su primera intervención, agradecimiento a la fidelidad de su público e introducción a «Aquello que me diste», que según él debería llamarse «Aquello que me dais».
La difícil acústica del Metropolitano parecía en ese punto empeñado en hacer de las suyas, porque al habitual emborronamiento se han sumado los gritos de un importante sector: «No se oye, no se oye», han protestado varias veces, lo que ha forzado a reubicarles en medio del concierto.
No han tenido tanta suerte quienes desde la pista se quejaban de que, pese a haber pagado una entrada «premium» de 135 euros frente al escenario, apenas pudieran respirar… Eso quienes han entrado, porque los hay que se han quedado fuera pese a haber abonado el ticket de esa categoría.
Ajeno a ese batiburrillo ha proseguido el concierto. En ‘Back in the city», reivindicación contra las fronteras con sabor cubano, no ha estado Nicky Jam, como tampoco Mark Anthony en «Deja que te bese», lo que no ha impedido que los asistentes bailaran y bailaran antes de internarse en un tramo más tranquilo con «Los lugares», donde la voz de Residente sí ha sonado pregrabada, en uno de los momentos más bellos e intensos.
Y si a su hijo Dylan le dedicaba «Capitán Tapón», a Alexander, presente sobre el escenario, le ha brindado «La peleíta».
El carácter mestizo que la música de Sanz guarda desde hace años se ha reconocido en «Te canto un son», entre Cádiz y Miami, con zapateado flamenco como un elemento percusivo más, antes de afrontar entre globos luminosos la también reciente «El trato», un «cataclismo» emocional, dice él, que concibió como homenaje al ruso Serguéi Rajmáninov y representa su «compromiso con la vida».
«La primera luz fue aquí en mi tierra, Madrid y Madrid, yo quisiera ser tuyo para siempre», ha proclamado ante un broche final en el que, entre gritos de «¡Alejandro, Alejandro!», han estallado los grandes clásicos, los «Quisiera ser», «Y si fuera ella», «Amiga mía», «Lo ves» y, como colofón, un «Corazón partío» que este sábado le ha dejado el ídem recompuesto a miles de personas.
Editorial Estrella