Un paseo triunfal sobre las tablas del Teatro de La Axerquía de la capital cordobesa donde miles de cordobeses disfrutaron hasta esta pasada madrugada de un concierto enmarcado en su gira de «Cerrando puntos suspensivos», iniciada ahora hace un par de años y que está a punto de finalizar.
Con un público entregado a la artista y un tiempo perfecto para la ocasión, de noche clara y un sonido nítido, la de Albacete fue capaz de levantar al público para aplaudir de pie tras interpretar una de las canciones más sentidas de su disco, «Justo», el hermano de su abuela que fue el único en no regresar de la guerra y cuyo cuerpo finalmente ha aparecido tras 77 años oculto en una fosa común.
Una historia enmarcada en la Memoria Histórica que en Córdoba toca muy de cerca y que la cantante, consciente de los resquemores que pueda levantar, no sólo no oculta, sino que la interpreta abiertamente, a pesar de que eso le pueda suponer perder seguidores, como ella misma ha dicho en su actuación.
Acompañada de su incondicional Beatriz Romero, la intérprete de lengua de signos que le ha permitido abrir la música en directo a la comunidad sorda, y eso es muy de agradecer, Rozalén fue desgranando sus últimos temas, coreados por un público que iba de los siete a los 70 años.
Eso sorprendió a la cantante tanto como el escenario en el que actuaba, porque si algo caracteriza a la artista es su extremada humildad, muy a pesar de que su figura crece con cada actuación y es tremendamente respetada en los círculos y circuitos musicales, donde apenas se atisban huecos en todos sus conciertos.
Prometió diversión y hasta hizo bailar al público al son de lo que la albaceteña indicaba. Prometió emoción y a más de uno se le saltó la lagrimita con algunas canciones de esas que encogen el corazón.
Y prometió reflexión, porque las canciones cargadas de mensajes terminan calando, como demostró al cerrar el recital con «La puerta violeta», un canto festivo y esperanzador contra la violencia machista.
Estrella Digital