Miguel Delibes (1920-2010) escribió esa novela como catarsis y homenaje a su esposa, Ángeles de Castro, fallecida a los 48 años, y aunque cambió todos los nombres y profesiones de los personajes -Julián Marías o Francisco Umbral están detrás de algunos-, es perfectamente reconocible el desgarro y el amor del escritor por su compañera y madre de sus siete hijos.
«Estaba haciendo ‘La guerra de nuestros antepasados’ (1989) y le dije que quería llevar también al teatro esa novela pero él no aceptaba ni mi propuesta ni la de otros como Pilar Miró. Era un vómito, una ficción en la que él se había protegido, y no quería compartir de otra manera lo que allí había», explica Sacristán, en una entrevista.
Dos años antes de morir, Delibes accedió y junto al productor y director José Sámano intentaron ponerla en pie pero lo acabaron dejando tras un par de pasajes porque no les convencía.
Por fin, el año pasado lograron sacar adelante el texto en una adaptación que firman el propio Sacristán, Sámano e Inés Camiña.
La estrenaron en noviembre en el Teatro Adolfo Marsillach de San Sebastián de los Reyes (Madrid) y ahora, tras estar en Barcelona, San Sebastián o Avilés, entre otras ciudades, llega al Teatro Bellas Artes de Madrid, donde estará del 4 de septiembre al 17 de noviembre.
«En el estreno uno de sus hijos, que se había opuesto siempre a que se llevara al teatro, me dijo que aquella noche había visto a su madre», recuerda emocionado.
Tiene la aprobación y el aplauso de la familia porque, barrunta, han sido «particularmente cuidadosos» con el texto, en el que Delibes se parapetó tras la figura de un pintor (Nicolás).
Ahora llega a Madrid para tomar el relevo de «Cinco horas con Mario», el título emblemático de Delibes en el teatro desde que Lola Herrera la estrenara en 1979 y que ha estado en el Bellas Artes desde el 4 de julio.
«Carmen Sotillos -el personaje de Herrera- y Ángeles de Castro son las antípodas. Son dos ejemplares humanos muy diferentes. Aquí hay una historia de dolor esperanzado a través del amor, en el que la memoria hace que no desaparezca el ser amado», precisa.
El vallisoletano nunca escribió para el teatro pero se han llevado de él a escena «Cinco horas con Mario» (1979), «La hoja roja» (1983), «Las guerras de nuestros antepasados» (1989) y ahora «Señora de rojo sobre fondo gris» (2018).
Es el primer monólogo de Sacristán en una carrera de cerca de 25 obras y de más de cien películas, además de series para televisión como «Velvet Colección» o «Alta Mar».
«No hay problema en estar solo, es como si tuviese a Miguel a mi lado. Es una especie de relato interior en el que mi interlocutor es el público. No echo de menos a otros compañeros», relata.
«Siempre hay una contención. Hay pasajes que tienen un contenido dramático y aparece la lágrima. Soy de Chinchón y la meseta está al lado. Estas contenciones mesetarias no me son ajenas. El verdadero cante flamenco empieza donde acaban las facultades», subraya.
Quiere que cada función sea «algo que ni ha ocurrido antes ni va a ocurrir después; siempre hay márgenes por dónde transitar y lograr que sea un hecho vivo».
Nicolás, dice el actor, es un personaje sobre alguien que quiso y admiró, con quien tenía una relación «formidable», un privilegio que reconoce y agradece.
Tiene planes con esta obra al menos hasta 2021 y querría llevarla a Buenos Aires, una ciudad en la que el público es de una calidez insólita y que no se improvisa: «hay mayor cordialidad entre la sociedad civil y la cultura»
Está alternando esta obra con «Alta mar», una historia a lo Agatha Christie en un entorno estilo «Titanic» de Netflix en la que él es el tío Pedro.
«Solo deseo para el futuro que mi vida y mi trabajo sigan yendo de la mano. Ver y sentir el mundo», es su aspiración.
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