«Cuando yo empecé la magia era muy analógica, más artesanal. Ahora tenemos más elementos que nos permiten crear ilusiones nuevas», cuenta Blass, ilusionista español y director del Festival Internacional de Magia, que empezó en este mundo con seis años.
Es una nueva etapa de la magia, que ha cambiado de «formas» tantas veces que ni él mismo recuerda, asegura Blass (Madrid, 1980).
La magia ha fascinado a la Humanidad durante milenios, y ha sido también una fuente continua de terror, risas y asombro. Hace tiempo, el misterio se creaba con una chistera y un conejo. «Como antes había mucha hambre y existía pobreza, el animal representaba la riqueza, los alimentos y el mago era admirado cuando lo hacía aparecer de la chistera», señala.
Pero ahora, las nuevas tecnologías, los drones y las redes sociales les han sustituido en los efectos -como los magos llaman a su trucos-, convirtiéndose en los protagonistas.
El ilusionista madrileño usa las redes sociales para conectar a todas las personas del público y que ellos mismos puedan hacer el truco directamente con sus móviles. «Todo el que quiera puede subir al escenario y comprobar lo que desee», declara Blass entre risas.
«La profesionalidad de un mago no se mide por la grandeza de su varita», como dirían en «Harry Potter», sino por la técnica del truco y por la psicología del espectador y del medio a través del cual se expresa.
«El mago tiene que observar a su público, ver qué es lo que le inquieta, qué es lo que le gusta, cuáles son sus deseos y materializarlos con magia», afirma el ilusionista.
Películas como «Ahora me ves» (2013), «Aprendiz de brujo» (2010), «El ilusionista» (2006) o la saga de «Harry Potter» han inspirado a muchos niños para querer convertirse en magos y a los magos a crear sus trucos. «Para mí, el cine es un elemento de inspiración brutal», comenta, como también los son las redes sociales.
«Hace unos años creé ‘el truco del Facebook’, se me ocurrió viendo la película ‘Love Actually'», recuerda Blass.
Un efecto que el mago David Copperfield compró a Blass para incluirlo en sus espectáculos y en el que una persona del público elige al azar en una tableta a alguien que sigue en una red social y esa persona se ‘teletransporta’ hasta el escenario, donde aparece dentro de una caja.
En su más reciente espectáculo, «Invención», Blass vuelca la idea que tiene de la magia del siglo XXI, en la que usa impresoras 3D para clonar personas, teléfonos móviles, drones mensajeros de insospechados paquetes y un ayudante de última generación, el robot adolescente Andy Pepper.
A diferencia de Harry, Ron y Hermione, Blass no recibió la carta de una lechuza para acudir a una escuela de magia donde estudiar. Él, con tan solo seis años, ya sabía que se quería dedicar a ello. «Cuando era pequeño viendo un programa de televisión descubrí a Juan Taramiz, y a los 13 años me hice su aprendiz. Era como una esponja, absorbía toda la información», explica.
De este modo, y de una manera totalmente autodidacta, fue como Jorge Blass empezó a dar forma a sus primeros números, con la colaboración de otros amigos magos.
Como director del Festival Internacional -cuya décima edición se celebra hasta el domingo- asegura haberlo comprobado. «Creo que en la magia hay muy buen rollo, tenemos una buena sinergia entre nosotros y eso es fundamental para evolucionar», asegura. Quizás por ello el salto de la magia analógica a la digital ha sido más sencillo y el público lo ha valorado y agradecido.
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