Mientras los movimientos entre provincias estén limitados, solo los cántabros podrán volver a disfrutar de la experiencia de recorrer este singular museo que parece sobrevolar las aguas de la bahía de Santander, el primer edificio en España del arquitecto italiano Renzo Piano.
En sus salas se exhiben las dos exposiciones que el estado de alarma dejó congeladas hace dos meses: «ASYOU GO (Châteaux en Espagne)», del artista albanés Anri Sala; y «Coleccionando Procesos. 25 años de Itinerarios», que conmemora el vigésimo quinto aniversario de esta serie dedicada a mostrar las obras de los jóvenes artistas internacionales becados por la Fundación Botín.
También se pueden contemplar, en la sala permanente, los retratos de grandes maestros del siglo XX cedidos a la Fundación por su patrono, Jaime Botín.
Las obras son las mismas pero el Centro Botín ha tenido que adaptarse a estos nuevos tiempos de pandemia. Antes de acceder al edificio, en los Jardines de Pereda, el visitante se topa con el primer cambio: las dos esculturas de Joan Miró, que fueron cedidas por los herederos del artista cuando el museo le dedicó una exposición, aparecen envueltas en plásticos.
Las escaleras exteriores ahora son de una única dirección, los ascensores panorámicos solo se pueden utilizar cuando sea estrictamente necesario y mascarillas y guantes son ahora elementos esenciales de los uniformes del personal.
Un gran letrero repartido entre las fachadas acristaladas de los dos volúmenes unidos que integran el edificio anuncia el regreso: «Estamos Abiertos», proclama.
A primera hora de la mañana, solo una visitante esperaba a que abrieran las taquillas, Ana Bolado, voluntaria del Centro Botín y una asidua de sus visitas guiadas y sus actividades culturales, para las que aún tendrá que esperar. Pero no para tomarse ese café contemplando las aguas de la bahía en la terraza de «El Muelle», la cafetería del Centro Botín, que, según ha confesado, echaba tanto de menos.
El Centro Botín no ha abierto este martes porque quiera ser el primer gran museo de España en volver del confinamiento sino porque desde el primer momento su patronato había tomado la decisión de «abrir el primer día que se pudiera abrir» y no ha llegado a ponerlo en duda en ningún momento, asegura el director general de la Fundación Botín, Íñigo Sáenz de Miera.
«El Centro Botín existe porque nosotros de verdad creemos que el arte es necesario, que es tan esencial como otras cosas, que es tan importante como el papel higiénico», afirma.
Por eso, ha querido, en cuanto ha sido posible, «ofrecer a los santanderinos y a los cántabros la posibilidad de tener una experiencia artística, que además nos ayuda a mirar a la realidad y a nosotros mismos de forma diferente. Y si algo tenemos que hacer en este momento es aprender a mirar de una forma diferente».
Sáenz de Miera recuerda que «Necesitamos el arte» fue uno de los eslóganes del anuncio con el que el Centro Botín publicitó su apertura hace tres años y, a su juicio, hoy esa afirmación es más importante que nunca.
A la hora de implantar las medidas que establecen los protocolos de seguridad el objetivo ha sido que «la gente pueda venir y esté tranquila, que se sienta segura sin tener la sensación de estar entrando en un sitio peligroso porque no puedes venir con miedo a disfrutar del arte», subraya.
«Todo el mundo sube por un sitio, todo el mundo baja por otro y hay marcas, como en los comercios, por si tienes que esperar en una cola, que se espere a una distancia prudencial», explica.
También se ha eliminado de las exposiciones «todo aquello que se pueda tocar», como los materiales didácticos o las cortinas de las salas de video, solo se entregan folletos a quienes los pidan y las puertas se han dejado abiertas para que tampoco haya que tocar los pomos.
El Centro Botín no sabe aún cuando va a retomar las actividades culturales aunque «tiene la suerte» de contar con mucho espacio y con un anfiteatro al aire libre en el que se pueden colocar 200 sillas guardando las necesarias distancias para que el público se sienta tranquilo.
Pero ahora la máxima es olvidarse de las prisas. «Vamos poco a poco. En el momento que se pueda haremos una actividad y si vemos que la gente la disfruta haremos otra, pero poco a poco», insiste Sáenz de Miera
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