viernes, noviembre 22, 2024
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Bunbury, sobre los últimos días con Donés: «Grabar su disco era su obsesión»

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«Cuando me llamó para pasarme por su casa y escuchar las canciones terminadas, me anunció que se volvía a España para una revisión. Tuve un mal presentimiento. Al poco, me dijo que se quedaba allí y que le quedaba muy poco tiempo. Quería grabar su disco. Era su obsesión», ha rememorado el zaragozano en sus redes sociales.

Su escrito, que arranca con un «Mi querido Pau nos ha dejado hoy», se remonta a su primer contacto con Donés en 1998, «cuando recién publicado su primer álbum», fue a tocar «a la Morrisey, una sala de conciertos de Zaragoza, de escenario y aforo modestos».

«‘La Flaca’ todavía no había sido el éxito fulminante e internacional que le catapultó unos meses después», señala Bunbury, que destaca cómo a él le pareció ya entonces un guitarrista «sobresaliente».

Se sucedieron a partir de entonces una serie de encuentros «puntuales en diferentes lugares del planeta», como un almuerzo en Los Angeles en el que el músico catalán le confesó «apenado que lo que más le fastidiaba del éxito y las giras era haberse distanciado de su propia hija y no haber pasado con ella mucho más tiempo».

«Al poco le diagnosticaron la enfermedad», recuerda Bunbury, que volvió a tener contacto con Donés tiempo después, cuando este decidió que dejaba la música y se mudaba a California «a surfear y pasar el máximo de tiempo con su hija».

Con su ayuda encontró colegio para la niña y casa en Venice Beach. «A partir de entonces nos vimos y hablamos mucho más a menudo», prosigue el relato, que cuenta cómo Bunbury le pasó su Fender Jazz Bass para grabar las demos de su nuevo y último disco, «Tragas o Escupes», recién publicado.

Es a continuación cuando se producen sus últimas llamadas telefónicas y su viaje final de vuelta a España para una revisión. «Quería grabar su disco. Era su obsesión. Necesitaba ese tiempo extra y final», afirma el exmiembro de Héroes del Silencio.

«La muerte de Pau es una tristeza mayúscula para todos los que le conocimos. Pero la lección de vida y muerte que nos deja es imborrable. Mirió, seguro, como vivió toda su vida. Con una sonrisa», concluye.

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