jueves, noviembre 21, 2024
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Exposición Delibes:arqueólogo de la palabra y notario de cultura en extinción

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«En mis novelas y relatos sobre Castilla lo único que pretendo es llamar a las cosas por su nombre y saber el nombre de las cosas», explicó al periodista César Alonso de los Ríos en el libro «Conversaciones con Miguel Delibes» (1971), consciente ya de que con el paso de los años desaparecerían esos vocablos y él quedaría como un arqueólogo que las exhumó y fijó a través de la letra de molde.

Medio siglo después, con motivo del centenario de su nacimiento (1920-2020), una exposición inaugurada este miércoles en Urueña (Valladolid) reivindica esa contribución a la lingüística y a la etnografía mediante un recorrido por un centenar de términos extraídos de su narrativa, todos ellos ambientados con los objetos que nombran.

«Es un viaje por el lenguaje delibeano, a través de sus novelas, para ir al encuentro de objetos cotidianos que adornaron las vidas de tantos de nuestros antepasados», ha explicado el musicólogo y etnógrafo Joaquín Díaz, durante la apertura de «Utopía rural», lema de este muestra que permanecerá durante al menos dos años y de la que es comisario.

Este recorrido «no es un recuerdo de un pasado nostálgico mejor o peor, sino la constatación de que sin palabras y sin los objetos que las acompañan, el individuo no es más que una contingencia», ha añadido delante de la presidenta de la Fundación Miguel Delibes, Elisa Delibes; del consejero de Agricultura, Jesús Julio Carnero; y del presidente de la Diputación de Valladolid, Conrado Íscar, entre otros representantes institucionales.

Un velón, una tajuelo, un harnero, un bieldo y una pala para ventear el grano, el cuartillo, la cántara y el celemín son algunos de los objetos expuestos y que remiten a otras tantas palabras extraídas de libros como «El camino» (1950) y «Viejas historias de Castilla la Vieja» (1964).

En sus novelas, «Delibes utiliza el recurso de introducir una parte de ese lenguaje en el contexto de sus obras, dotándolo de la fuerza del recuerdo y del vigor de la memoria», de forma que las palabras y las cosas «cobran otro sentido y se insertan cómodamente en el campo de la utopía, en una nueva realidad», ha añadido Díaz.

Son doce los capítulos o apartados en que se estructura este repertorio distribuido en las dos plantas del centro e-LEA (espacio de Lectura, Escritura y Aplicaciones) que constituye el epicentro de la Villa del Libro, una realidad cultural y turística que la Diputación de Valladolid instituyó en Urueña en 2007 y que, trece años después, reúne en sus calles medievales una decena de librerías en una población que no alcanza los docientos habitantes.

El escritor de quien este año se conmemora su centenario «advirtió sabiamente hace muchos años que determinadas palabras de su novelas desaparecerían pasado el tiempo sin ser sustituidas por otras, del mismo modo que los objetos que designaban serían comidos por el polvo y la herrumbre», ha apuntado el comisario.

Más que los aspectos fonéticos, «le interesaba lo que estaba vivo en la palabra», ha concluido.

En la organización de «Utopía rural», con fondos cedidos por la Fundación Joaquín Díaz, han participado también la Fundación Jorge Guillén, la Diputación de Valladolid y el Ayuntamiento de Urueña, con la colaboración de la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León.

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