«Es un mundo que conozco y que siempre me gusta retratar. Me parecían interesantes estos jóvenes muy talentosos pero con pocas oportunidades de hacer su vocación», ha afirmado Pérez en una rueda de prensa telemática desde Chile debido a la imposibilidad de viajar por la crisis sanitaria del coronavirus.
Recuerda cómo en su juventud era «muy común que algunos amigos que rapeaban y que sacaban unos discos muy buenos debían trabajar en otra cosa, y tenían la doble vida de ser un trabajador normal para generar recursos, pero en las noches y fines de semana hacían música y videoclips».
Ofrece «una visión de lo que ha estado pasando en Chile muchos años, que la clase media-baja no puede estudiar», y por ejemplo dedicarse al cine «es raro y ser actor es una suerte de suicidio».
«Hace diez o quince años, yo hacía música y algunas de las letras que aparecen en la película son mías, pero siguen estando vigentes», ha resaltado.
La historia se desarrolla en Quilicura, donde se rodó la película, «un sitio de descampados y cerros y una ciudad industrial» que al director chileno le parecía «muy atractiva visualmente».
El proyecto salió adelante pese a la ausencia de ayudas oficiales, después de sortear «todas las dificultades posibles» y de recurrir «a una especie de trueque, desde la banda sonora hasta la cámara con la que se rodó», explica.
Fueron dos años de «golpear puertas en productoras, organizaciones y fundaciones, y alguna gente se interesaba», pero en una película de adolescentes «la primera pregunta era que quiénes eran las estrellas de la película», pero lo que él buscaba eran «estos rostros» que halló en pruebas en escuelas de teatro.
En el lado positivo, considera que rodar sin ayudas oficiales le daba «libertad al no tener que responder a la imagen del país ni mostrar historias de éxito general» y se sintió libre para «contar la historia como queríamos contarla».
Una de las actrices protagonistas, Ignacia Uribe, subraya que se retrata «una realidad común y corriente, porque cualquier personaje podría ser tu vecino, y eso hace que la película sea muy cercana».
Su «exploración» del mundo de la adolescencia fue «fascinante» para plasmar «esa complejidad de sentirse adulta a veces y, de pronto, pasar cosas y sentirte una niña indefensa, o no querer hacerte cargo de tus palabras o de tus actos».
Otro protagonista, Max Salgado, apunta que tuvieron que estudiar «qué es lo que pasa en una comuna principalmente trabajadora, pero con un entramado social muy complejo, porque hay gente de clase media-baja, pero también media-alta y algunos de un estrato social muy precario».
Su personaje lo afrontó a partir «de un estudio de la adolescencia más que de la clase social, que iba a aparecer seguro», y quiso mostrar a alguien «que no se encuentra y que está buscando».
Uno de los productores, Rolando Santana, califica como «un desafío» planificar ahora «lo que va a ser la vida de la película en términos de festivales y de estreno, porque todavía hay un nivel de incertidumbre alto» por la pandemia.
Por ello, es «muy especial» estar «en un festival internacional en España como el de Málaga y que se estrene en un teatro», y todo el equipo tiene «el sueño de que llegue la película a toda la gente que quiera verla».
AM