Hastiado de polémicas con los «primeros detractores» de su carrera artística internacional y por el cariz político, al que cree se ha derivado su actuación al ser un espacio público, Okuda asegura que quiere mantenerse al margen y defender el «alma» del proyecto: naturaleza, mar, color y arte.
Pese a estar afincado en Madrid, nació en Santander en 1980 y cada que vez que regresa a Cantabria busca inspiración y reflexión en el mar, por lo que considera que plasmar su obra en la finca del Faro de Ajo, supone una vuelta a ese «mundo nostálgico».
Y remarca la importancia de que la actuación se haya materializado en España, y más aún en su comunidad natal, donde reconoce que «suele hacer pocas cosas».
Se trata del primer faro de navegación que le sirve de mural decorativo, aunque ya ha dejado huella en otras estructuras cilíndricas ubicadas en el puerto de Sicilia, en Sacramento (Estados Unidos), o en puntos del interior de Castilla.
En este caso, el Faro de Ajo es un formato «bastante cómodo y pequeño», de 63 metros de altura, asegura el artista.
A pesar de que se ha elaborado en dos partes ‘casi’ diferenciadas, la consolidación del proyecto solo le ha llevado dos días y medio de trabajo, gracias a su equipo de colaboradores que no llega a diez personas.
En la cara norte que da al mar, la actuación está condicionada a la normativa de señalización tradicional impuesta por la navegación marítima, por lo que aparecen líneas gruesas de negro y blanco para no mimetizarse con el fondo del paisaje, mezclados con pequeños estampados decorativos que no se aprecian desde el agua para desvirtuar un poco la escena.
Mientras que en la ‘falda’ sur, las pinturas de Okuda hacen referencia a la riqueza natural de Cantabria, a través de la representación de la fauna autóctona y, con sus texturas, a la diversidad cultural de una región «moderna, abierta y conectada con el mundo».
«Me gusta combinar mis personajes con estampados actuales y antiguos, como por ejemplo indígenas, para transmitir un poco la idea de multiculturalidad y de hablar de la importancia del pasado para entender el futuro», ha expresado.
Este proyecto de decorar de forma artística un faro público, pionero en España, nace como reclamo turístico y está impulsado por la Autoridad Portuaria de Santander -propietaria del bien y de la finca-, Gobierno de Cantabria y Ayuntamiento de Bareyo, municipio donde se erige.
La iniciativa, desde que fue presentada en mayo, ha suscitado opiniones críticas entre ciudadanos, partidos políticos y colectivos del ámbito artístico y cultural, que abogan por la conservación del color blanco original de la estructura y cuestionan el proyecto de Okuda.
Unas reticencias que desembocaron en el anuncio de la Autoridad Portuaria de Santander de fijar la caducidad del colorido mural a cuatro años prorrogables, como máximo, por otros tantos más, si las partes que firman el convenio -Autoridad Portuaria y Ayuntamiento de Bareyo- así lo deciden de mutuo acuerdo.
«Evidentemente todo lo que hago intento que sea para siempre», ha lamentado Okuda, quien ahora anima a afines y contrarios a la intervención artística a que se asomen al balcón de Ajo para que «disfruten» de cómo puede converger arte moderno, naturaleza y tradición.
Miguel Ramos