La pasada primavera transitó por el Camino Inglés, con su marido y cuatro amigos, y, pasada esa experiencia, ha contado en una entrevista con Efe: «Me he convertido en una propagandista del Camino». Tanto así que en 2022 repetirá como romera, en esa misma estación, pero por el itinerario Francés, el más concurrido.
No sabe quién la acompañará, pero sí tiene claros los requisitos: silencio y, fundamental, los móviles apagados.
A ella le resulta sencillo. No tiene redes sociales. «Me interesa la vida real, no la virtual, así que no tengo ese desasosiego».
Tampoco le gusta juntar letras aislada: «Me manejo mal en la soledad absoluta. No me aíslo cuando escribo. Necesito salir a la calle, tocar la vida».
En su nueva obra, editada por Plaza y Janés, habla del silencio, del desarraigo y de la búsqueda de la identidad a través de sus protagonistas, Abir Nasr, un adolescente que presencia el asesinato de su familia durante una misión del ejército israelí en el sur del Líbano, y Jacob Baudín, uno de los soldados que participó en la acción mientras cumplía con el servicio militar obligatorio.
Navarro enlaza con Afganistán y piensa que los talibanes llegaron a Kabul «como si fuesen de excursión» y que en un primer momento parecía haber preocupación y grande acerca de cómo quedaba el país, en manos de «unos fanáticos», pero esa inquietud ha ido quedando atrás, por desgracia.
«Y la situación de las mujeres es doblemente horrible, porque las mujeres van a ser dobles prisioneras en el país», advierte Julia, que ve cómo les han cortado «todos los canales de comunicación».
«A mí me avergüenza lo que ha hecho Occidente con Afganistán. Europa debería hacer una reflexión sobre ese tipo de política. Y debemos presionar a nuestros gobiernos».
Ahondando en su tema estrella, la libertad y los condicionantes que puedan existir, la autora reconoce que es «evidente» que las circunstancias son «como unas piedras que llevamos en una mochila a la espalda y que esa mochila a veces nos pesa mucho para tomar la dirección que queremos tomar».
Eso no significa, matiza, «que el ser humano no sea libre, la última palabra la tenemos nosotros, pero qué duda cabe de que hay circunstancias muy difíciles de superar».
No es lo mismo, continúa la reflexión, «nacer en Santiago de Compostela, Nueva York o París, que hacerlo en Burkina Faso, en Irak o en estos momentos en Afganistán. ¿Significa eso que no puedes por lo menos intentar llevar las riendas de tu propia vida? No. Todos podemos intentarlo. Pero a veces la carga está pesada».
Esa es una tensión, y otra muy vieja es la que hay entre los medios de comunicación y los poderes político y económico. «Tan vieja como el mundo. El poder siempre intenta que la realidad la vean a través del cristal de ellos. Los medios cada vez hemos visto más menguada nuestra influencia».
Las nuevas tecnologías, considera esta escritora, han cambiado todos los paradigmas. «Todavía estamos en un momento de transición. Hay mucha gente que se informa a través de las redes sociales, y no sabes quién está informando, no sabes quién está detrás, hay ‘trolls’ que obedecen las consignas de determinados grupos de intereses que los mandan como si fuesen un ejército a destruir personas, iniciativas, a intentar intoxicar a la gente…»
Entonces, puntualiza Navarro, «el papel de los medios es más importante y trascendente que nunca, pero también está siendo más difícil que nunca, pero bueno, no nos podemos rendir».
Julia Navarro, que trabaja en su noveno libro, como periodista y romera se despide con una apreciación que quiere que se vea reflejada: siente una desazón enorme por los remodelados bancos de la catedral y se sobrecogió en cuanto alcanzó la meta, la plaza del Obradoiro, y entró en la seo. EFE
Ana Martínez