«De la salud mental solo se habla como un problema, pero para mí la forma psíquica es como la forma física cuando se habla de mazarse en el gimnasio. Hay que prestar la misma atención y eso requiere normalizarlo: Esto es igual que cuando te rompes una pierna y estás fastidiado 3 meses con rehabilitación», opina en una charla con Efe.
Lo dice tras haberse sobrepuesto a unos años que no han sido especialmente fáciles. Vega, llamada realmente Mercedes Mígel (Córdoba, 1979), estuvo a punto de dejar la música en otoño de 2019 y con esa intención preparó el concierto que luego quedó recogido en el disco previo «Diario de una noche en Madrid», publicado en febrero de 2020.
«Como artista independiente el hastío a veces es muy grande. Siempre estoy dejándolo, pero ya ni lo digo por vergüenza. Entonces estaba en un momento anímico bajo, llegó esa gira y me levantó a tope. Y de repente, zasca, la pandemia», rememora.
Muy pronto se contagió de covid-19 (que le dejó secuelas como una alopecia que hubo de tratar largo tiempo) y, ya en marzo, de visita «de fin de semana» en casa de sus padres con una maleta pensada para esos días, España se cerró a cal y canto bajo el estado de alarma.
«Jamás le he sacado tanto partido a un chándal», bromea al recordar esos largos días de encierro sin apenas ropa.
Del retorno a su hogar en la capital meses después queda una canción de «Mirlo blanco» (La Madriguera Records), «Casa. Madrid», que narra cómo quedó congelado su hogar: plantas muertas, la basura sin tirar, los amigos sin ver desde hace tiempo… «Representa también a quienes estuvieron solos en el confinamiento», explica.
Otra que habla de la pandemia es «Un golpe», la primera que le surgió de esa situación tan anómala. «No habla de la pandemia, sino de cosas que ya venían de antes y que aquello hizo que se despertaran», cuenta Vega, para quien esta situación «nos hizo darnos cuenta de que somos vulnerables».
«Estaba convencida de que teníamos que salir mejores, pero casi diría que todo a ido a peor, como el sentimiento de pertenencia a una colectividad, un tejido afectivo que ya estaba dañado; ahora hay más individualismo», lamenta.
Por eso probablemente este es su disco «donde hay más toques de atención ante cosas que hemos perdido de vista», justifica, lo que no está reñido con que sea aquel en el que tiene «más exposición personal», como en «Bipolar».
«No me gusta decir que he confesado, porque entonces parece que tienes un pecado que contar. Yo hablé con normalidad de algo de lo que no se habla con normalidad para respaldar una canción que está escrita desde el conocimiento y la empatía con una situación que es mucho más masiva», asevera.
Para Vega, diagnosticada como persona PAS (altamente sensible), el mensaje importante es que, en casos así, «no hay que venirse abajo, sino aprender a convivir con ello sin rendirse» gracias a la ayuda profesional, por lo que reclama más medios públicos para no depender de la atención privada, «porque hay quien no se lo puede permitir».
Como el tratamiento de su alopecia le impidió durante un tiempo cubrirse las canas, encontró apropiado asimilarse a un mirlo blanco, un ave rara (normalmente son negros) que de primeras le había llamado la atención porque, según leyó, «tiene un trino propio que va perfeccionando y que no copia de la naturaleza», como ella con sus discos, dice.
Este, el octavo de estudio de una carrera que arrancó en 2003 con «India», se completó con canciones que había compuesto antes de la pandemia y que respiran otra energía, como «Contigo», que inexplicablemente la reúne por primera vez delante de un micrófono con su amigo y excompañero en «Operación Triunfo 2» Manuel Carrasco.
«Salimos de un programa en el que cantó todo el mundo con todo el mundo, menos él y yo. Además fuimos vecinos durante mucho tiempo y viviendo en ese edificio conocimos a las parejas con las que formamos nuestras familias. Luego seguimos quedando a contarnos nuestras vidas y en una cena, de repente, le dije: ‘¿Te das cuenta de que nunca hemos cantado juntos ni media frase?'», cuenta.
Vega, que encontró entre sus archivos recientes un tema en el que cupieran los dos, experimentó una situación similar con «¡Ladra!», una ranchera que escribió tras un accidentado viaje en avión y en la que se reúne con otras dos viejas amigas del otro lado del Atlántico, Francisca Valenzuela y La Marisoul.
«Ellas son mujeres independientes que también dirigen sus carreras y se nos ocurrió lanzar este mensaje, porque cuando las mujeres somos firmes con lo que queremos, somos tachadas de histéricas. Se dice hasta lo de ‘está con la regla’, que es lo que más detesto», reconoce.
Amante de las rancheras que cantaba Rocío Dúrcal («Me las sabía todas», confiesa), nunca había escrito una canción de este género, pero pensó que la temática tratada con «un punto de sorna y envalentonamiento» le pegaban.
Ahora inicia de nuevo su salto a los escenarios para presentar todos estos temas. Primero lo hará en formato acústico, con citas como la del 11 de febrero en Madrid (FNAC Callao). Y en marzo, con toda la banda, dará el pistoletazo de salida a la gira el día 4 en Valencia (Rock City), con paradas en otras ciudades como Barcelona (día 5, Apolo 2), Córdoba (11, sala Hangar) y la capital (18, Teatro Barceló). EFE
Javier Herrero