miércoles, diciembre 18, 2024
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«Devil Came To Me» de Dover: 25 años del diablo que hizo arder a España

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Prueba de la información biográfica

Fue un 21 de abril de 1997 cuando vio la luz «Devil Came To Me» (El demonio vino a mí», en castellano), deparándoles rápidamente comparaciones con Nirvana, el mismo grupo que cinco años antes había alentado su formación.

«Lo que hacíamos no sonaba exactamente a ellos, pero sí conectaba con el espíritu de libertad que trajo el grunge, con las guitarras muy altas y dando mucha importancia a las melodías, a las guitarras rítmicas más allá de aquellos solos de varios minutos», concede a Efe Amparo Llanos, guitarrista y compositora de Dover.

Fue su hermana Cristina, vocalista y también coautora de los temas, la que en 1992, apasionada por la banda de Kurt Cobain, puso un anuncio para fundar su propio grupo. Aquella alineación inicial tuvo sus primera bajas solo un año después, pero como reemplazo llegaron Álvaro Gómez (bajo), Jesús Antúnez (batería) y Amparo Llanos y juntos alumbraron en 1995 su primer disco, «Sister», aunque no pasó nada.

«Todo el mundo nos decía que cantando en inglés y con ese volumen no haríamos nada, pero era la música que nos gustaba. Sabíamos que iría por canales muy subterráneos, pero eso no nos desanimaba», rememora la guitarrista.

Fue ella quien financió con sus ahorros aquel primer LP que, a su parecer, era «muy buen disco, con la personalidad de Dover ya manifiesta», pero reconoce que, a nivel de composición, «‘Devil Came To Me’ fue un paso brutal hacia delante».

La primera canción que les salió fue «Pangea» y la última, «Sicker». En un mismo fin de semana de las Navidades de 1996 surgieron sus dos mayores bombazos, «Serenade» y la canción titular, «Devil Came To Me», al que Cristina puso letra y que propuso como nombre del disco. Antúnez, que era diseñador, fue el encargado de trazar la icónica portada del demonio con boina.

Habían tardado un año en reunir el material y en enero lo grabaron en los estudios Infinity de Luis Bolín, entonces miembro de La Unión, bajo la producción de Dani Alcover y por unos 6.000 euros, el doble de lo que había costado el anterior, una cifra irrisoria para los presupuestos de las «majors», pero no para una compañía «indie».

Por entonces, todos compaginaban la música con otras ocupaciones, como las hermanas Llanos, que trabajaban en las tiendas de ropa de su madre (de donde surgió el nombre Dover). «Por esa razón había que verse siempre muy tarde», recuerda Carlos Galán, que los había fichado solo unos meses antes en su sello.

«Lo que me sorprendió de ellos fue su arrogancia en el buen sentido. Me llamó Jesús y me dijo: ‘Lo que tenemos entre manos es muy bueno’, y algo me hizo click como para pensar que era así», confiesa el cofundador de Subterfuge, que no se equivocaba, como comprobó con el primer tema, «Loli Jackson».

Nada más entrar en Subterfuge notaron que «puertas que estaban cerradas hasta entonces» se abrían, como las de Radio 3, donde hasta entonces sonaban solo un poco gracias a Julio Ruiz.

Galán devuelve a su tejado el mérito de todo aquello: «Los 90 eran descuidados, pero ellos querían comerse el mundo. Ensayaban todos los días, aportaban en la comunicación… Nosotros solo se lo transmitimos al mundo».

«Era un disco incontestable: tenía actitud, dos chicas al frente, melodía pop pero con un trasfondo muy roquero y una ‘frontman’ como Cristina a la que no estábamos acostumbrados», señala, y añade que pronto supo que aquello «iba a ser un antes y después en la historia de Subterfuge y de la música independiente».

Entonces, apunta, «era complicado entrar en los medios de comunicación de masas y en los puntos de venta, que estaban copados por las multinacionales», pero «cuatro gatos en una oficina» que era su piso lograron que aquel disco trascendiera. Al mes de lanzarlo, les llamaron de Cadena 100.

Quienes disfrutaron sus primeros directos conocieron un grupo que se desbordaba en el escenario, especialmente su vocalista y, si hubo «un punto de inflexión a todos los niveles» en su camino ascendente, fue su paso por Festimad un par de meses después de la salida del álbum. Suponían que siendo Madrid y, al estar ya con Subterfuge, irían «unas 500 personas» a verles. Acudieron 5.000.

«Fue espectacular la comunión con el público y eso llegó a oídos de todos en un mundo premóvil», añade Galán.

De «Devil Came To Me» se despacharon finalmente entre 800.000 y 900.000 copias, lo que lo convirtió en el disco independiente más vendido de la historia de España y uno de los de mayor éxito del rock nacional.

«Merece un reconocimiento aún mayor, pero este es un país con prejuicio a celebrar el éxito de los demás», opina Galán ante un grupo que, tan rápido como levantó el vuelo, fue preso de las críticas más ácidas, a veces contradictorias: «Que si eran unos pijos, que si eran unos macarras…».

Para Llanos, «es parte del juego y hay que aceptarlo», aunque recuerda crónicas periodísticas que, «en lugar de hablar de cómo había sido un concierto, trataban de cómo les habían dicho que eran las hermanas Llanos fuera del escenario». «Lo achacábamos al hecho de ser mujeres», lamenta quien, pese a todo, recuerda aquellos días como «un sueño increíble y loco».

Dover, fiel siempre a seguir sin miedo sus impulsos, publicó seis discos más hasta «Complications» (2015), después del cual la banda dijo adiós tras la decisión de Cristina de retirarse definitivamente de la música.

«Va a ser muy complicado volver a escuchar ‘Devil Came To Me’ en vivo, aunque el futuro sigue siendo para mí una nebulosa. Nunca se sabe», previene Amparo. EFE

 

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