Rafael P.P., el hombre de 71 años de edad acusado de intentar hacer volar en el verano de 2009 y por medio de bombonas de gas butano y gasolina un bloque de 12 plantas en el barrio de Las Naciones de Sevilla, ha asegurado este lunes que actuó «como un sonámbulo» y que «no quería matar a nadie», sino únicamente dar un «escarmiento» a los vecinos del bloque por «el acoso moral y psicológico» al que lo sometían y por «todo lo que le han hecho sufrir». Durante la primera jornada del juicio que se celebra en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Sevilla, el acusado se ha declarado no culpable y ha relatado que fue en el año 1971 cuando compró su piso en dicho bloque a fin de que sus padres vivieran en él, pero cuando ambos murieron «empezaron los problemas con los vecinos», que le «hicieron pagar facturas que eran mentira».
En una declaración que se ha visto complicada por los problemas de sordera del acusado, éste ha relatado que tras vivir 41 años en Francia volvió a su vivienda y comenzaron los «problemas» con los vecinos y en especial con el administrador del bloque, «que tiene la culpa de todo». El administrador le denunció y él pensó que le echarían de casa.
«Los vecinos me amenazaron de muerte, rompieron el techo a puñetazos, estaban todos contra mi», ha puesto de manifiesto el imputado, quien ha negado que colocara bombonas en todo el edificio a fin de que explotara, como sostiene la Fiscalía, que le pide nueve años de prisión por un delito de incendio, y cinco meses de cárcel por un supuesto delito de lesiones.
«Para que tuvieran un buen recuerdo de mi»
Por todo ello, el imputado decidió el 17 de julio de 2009 «quemar» su casa y el dinero que guardaba dentro –126.000 euros en 21 sobres–, aunque tras colocar «a lo loco» las bombonas por todo el inmueble «me dio miedo y no quise meterles fuego; me arrepentí en el último momento, estaba temblando». «Quería destruir mi casa y el dinero para que no se quedaran con él, pero mi intención no era matar a nadie», ha repetido una y otra vez.
El acusado ha reconocido que colocó bidones con gasolina en el ascensor y en varias viviendas de vecinos, así como una bombona en el cuarto de contadores, bombona que fue la único que «quemó» a fin de dar un «escarmiento» a los vecinos y para que «tuvieran un buen recuerdo de mí». «No fue una venganza, sino una revancha», ha precisado, añadiendo además que «no sabía el efecto que podía tener una bombona».
Tras negar que derramara gasolina por el suelo del bloque, ya que ha defendido que se trataba de «disolvente», el procesado ha explicado que actuó de madrugada «para que no le viera nadie», pues era verano y la mitad de los vecinos no se encontraban en el bloque, y ha señalado que tras «quemar» el cuarto de contadores se marchó con dos mudas, 150 euros, las cenizas de su mujer fallecida y su perra.
Seguidamente, se dirigió hasta la estación de Plaza de Armas con el objetivo de «entregarse» a la Policía, cosa que hizo en la comisaría ubicada en la Alameda de Hércules.
En la cárcel, «más tranquilo» que en su propia casa
El acusado, que ha dicho que lleva cuatro años en la cárcel y está «más tranquilo» que en su propia casa, ha asegurado que los desperfectos causados en el bloque «no valen ni 30.000 duros». El juicio continuará este martes con las declaraciones de los vecinos afectados.
La acusación particular pide para el acusado 296 años de cárcel, mientras que la Fiscalía solicita nueve años y medio de prisión y el pago de 1.260 euros por siete faltas de lesiones, así como el pago de una indemnización de 238.950,77 euros por los daños causados en el inmueble y de 3.000 euros a cada uno de los afectados por los daños psicológicos causados.
En su escrito de acusación, consultado por Europa Press, el fiscal relata que los hechos tuvieron lugar a las 4,00 horas del 17 de julio de 2009, cuando el procesado, «motivado por los numerosos problemas que había mantenido con otros habitantes» del bloque, preparó dos habitáculos con escape de gas en el interior del edificio, todo ello «sin que conste tuviera la directa intención de atentar contra la vida de ninguno de ellos, pero con claro desprecio a los perjuicios que se pudieran producir».
Artefactos incendiarios de fabricación artesanal
Seguidamente, colocó «de forma estratégica» hasta nueve artefactos incendiarios de fabricación artesanal, para lo que empleó latas de disolvente, botellas de gasolina y papel de periódico, para a continuación abrir los reguladores de las bombonas de butano que, igualmente, había colocado en el edificio, concretamente una de ellas en el cuarto de contadores y otras en su propio domicilio.
El acusado, de este modo, «dejó escapar el gas», para posteriormente y de manera previa a salir del inmueble, «prender fuego a los artefactos incendiarios situados en la planta baja, lanzando una botella de gasolina en el cuarto de contadores», provocando con esta acción que el gas alcanzara el límite de inflamabilidad, «produciendo la deflagración y el consiguiente incendio».
Añade el fiscal que el incendio «supuso un grave riesgo para la vida o integridad de las personas, algunas de las cuales resultaron afectadas, así como numerosos daños materiales». De este modo, cerca de 30 vecinos resultaron afectados por inhalación de humo, quemaduras, policontusiones o crisis de ansiedad.
Miedo, tristeza, hipervigilancia…
Algunos de los vecinos sufrieron, desde el punto de vista psicológico, miedo por que se produzcan hechos similares, tensión interna, pesimismo, tristeza, estado de alerta y de hipervigilancia, sensación de inseguridad, o pérdida de interés por sus aficiones.
El acusado, en el momento de los hechos, presentaba un trastorno paranoide de la personalidad, junto a un trastorno de ideas delirantes de tipo persecutorio, que «si bien no afectaba a su capacidad de conocer, sí afectaba a su capacidad de actuar según lo conocido», por lo que el fiscal pide aplicar en este caso la eximente incompleta debido a dicho trastorno.