Encarnación Rico es policía nacional. Hace justo una semana paseaba sobre las 22 horas con otra persona cuando, desde un acantilado cercano y sólo con un móvil en un bolsillo y las llaves de su casa y la placa policial en otro, se percató de la agresión y corrió hasta el lugar mientras daba la voz de alarma.
«En ese momento sabía que me estaba jugando la vida porque estábamos ellos dos y yo, no había nadie más, y aunque era consciente no iba a dejar de ser policía», ha relatado.
A los presuntos autores del crimen les «sorprendió» su llegada: «No se esperan que llegue una persona por detrás y, además, policía».
«Desde que llegué, de forma imperativa verbalmente intenté hacerles ir donde yo quería que fueran, y no titubeé en ningún momento», ha asegurado la agente Rico, quien sabe que el hombre le podría haber intentado clavar a ella el destornillador que utilizó para el crimen.
Encontró resistencia en un principio ya que, al verla, el hombre «hizo un mal gesto» pero, tras un forcejeo con él, se identificó como policía y le enseñó la placa, y a esto el cómplice «medio asumió que estaba pillado» y depuso su actitud.
Ha señalado que la recién casada trató de excusarse «con muchas incongruencias», entre ellas que «la agresión la habían cometido ‘unos negros'», que la víctima «bebía mucho» o que «ellos le auxiliaban».
«La mujer dijo mil cosas que no puedo recordar. La verborrea que tenía era impresionante», ha continuado la agente, quien recuerda a la viuda en todo momento «de pie, encima de él (la víctima) y a un lado, mientras que al otro estaba el otro detenido, y en medio la víctima yacía muerta».
Esta imagen se contrapone a la versión que mantiene la detenida de que es tetrapléjica: «La silla de ruedas estaba dentro de la furgoneta, y ella andaba como yo y como el resto de las personas» en el momento del asesinato, ha mantenido la policía.
Redacción