En su veredicto, hecho público esta noche, el jurado, por unanimidad, estima que tanto la madre del bebé, de 19 años cuando ocurrieron los hechos, y el padrastro de la niña, de 20 años, tienen la misma responsabilidad en la muerte de la menor, en la que los forenses hallaron, entre otras lesiones, la rotura del hígado.
Consideran que son culpables de malos tratos y de asesinato con alevosía y con el agravante de que la víctima es menor de 16 años.
Durante el juicio, celebrado esta semana en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, la Fiscalía mantuvo su acusación de asesinato para ambos y su petición de prisión permanente revisable. El abogado defensor de Irene T.T. reiteró su petición de inocencia.
Y el defensor de Joel M.M. pidió que los hechos que se le atribuyen a su representado se considerasen homicidio imprudente y que contasen como atenuantes las dilaciones indebidas.
Tanto Joel M.M. (20 años el día de los hechos) como Irene T.T. (19 años), declararon durante la apertura del juicio oral, el pasado lunes 13, dos historias repletas de contradicciones entre ambos.
Joel M.M. aseguró que cuando comprobó la mañana del 27 de mayo de 2018 que la bebé no respiraba, avisó a su compañera y trató de reanimarla sin éxito. Irene T.T., sin embargo, aseguró que ella continuó los movimientos de reanimación una vez se avisó a la ambulancia porque él, desde entonces, quiso asegurarse en todo momento de cuándo venían los guardias civiles.
Solo en ese momento, según dijo, encontró los hematomas y las marcas por el tórax y la barriga de la niña.
La Fiscalía entiende que esa versión conjunta, aunque distinta, es una invención de ambos para tratar de ocultar lo que para el Ministerio Público es lo más próximo a la verdad: que ambos maltrataron a la pequeña, tanto por acción como por omisión.
Esgrimió para ello la razón de que, teniendo en cuenta la declaración de Irene T.T., es físicamente imposible que una bebé de 5 meses con el hígado roto pudiese tomar completos dos biberones de leche entre las 5 y las 7 horas de la mañana y, acto seguido, calmarse y dormirse, tal y como declaró ella en el juicio.
Los forenses comparecieron durante la tercera jornada de la vista, en una testificación realmente dura que llevó al juez de la sala a advertirles de que, ante las reacciones de los miembros del jurado y del resto de presentes en la sala, no enseñasen las fotografías de las lesiones internas de la niña.
“Incontables hematomas” por todo el cuerpo, marcas de presión “muy fuertes” incluso en órganos profundos o múltiples traumatismos superpuestos y de distinta data conformaron parte del examen externo de los informes.
La pequeña murió por la combinación de la rotura de unos 9 centímetros de longitud en el hígado y del posterior fallo multiorgánico, producto de la gran hemorragia que irritó su interior. Un dolor muy fuerte, según dijeron, agravado porque los bebés tienen el umbral del dolor más bajo que los adultos.
Sin embargo, la defensa de Irene T.T. ha insistido en que su defendida era víctima de violencia machista por parte de Joel M.M., lo que le condujo a una dependencia emocional y a un perfil de “llamada de socorro”, según las pruebas psicológicas.
Un maltrato continuado, que incluía agresiones físicas, como mostró la propia Irene a los agentes de la Guardia Civil días después de los hechos, así como aislamiento social y económico.
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