jueves, noviembre 21, 2024
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Descubren un homicidio cometido hace 5.000 años

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El descubrimiento, que publica la revista International Journal of Paleopathology, ha sido posible gracias a la aplicación de criterios forenses al estudiar el cráneo de un hombre hallado en el yacimiento de Cova Foradada (Calafell, Tarragona).

Los traumatismos observables en el esqueleto humano constituyen la evidencia más directa de los episodios de violencia interpersonal y son frecuentemente documentados desde el Paleolítico, aunque es desde el Neolítico cuando este comportamiento se incrementa exponencialmente. Golpes con objetos contundentes, impactos de proyectiles o marcas de corte son algunos ejemplos de las lesiones vinculadas a eventos violentos, aunque determinar el tipo de objeto que fue utilizado como arma no siempre es posible.

Este nuevo estudio ha identificado un caso de traumatismo craneal en ese yacimiento de Calafell, que habría causado la muerte violenta de un hombre de unos 50 años.

El investigador del IPHES Miguel Ángel Moreno-Ibáñez ha explicado que la fractura del cráneo «ha permitido inferir el tipo de objeto que se utilizó para provocar la muerte de este individuo, así como la dirección del golpe». El cráneo fue hallado en 1999 durante una excavación y forma parte de un enterramiento colectivo del Neolítico Final–Calcolítico (50604400 años antes del presente).

Análisis de la fractura

La fractura ha sido analizada tanto con lupa binocular como con microtomografía computarizada (micro-CT), se encuentra en el parietal derecho y no muestra ninguna evidencia de curación. «Las fisuras en disposición radial, algunas de ellas con una considerable apertura, la descamación interna y los ángulos de fractura agudos nos informan de que se trata de un traumatismo perimortem, es decir, en torno al momento de la muerte del individuo», ha detallado Moreno-Ibáñez.

Además, han descubierto que el hombre tenía dos lesiones antemortem, en el occipital y en el temporal derecho, completamente curadas, y una fractura postmortem en la zona inferior del occipital. Por lo tanto, en este mismo cráneo es posible observar la diferencia entre traumatismos antemortem, perimortem y postmortem.

«Los traumatismos craneales son de un interés particular, ya que la cabeza constituye el objetivo principal cuando la intención es matar al individuo, por lo que frecuentemente este tipo de lesiones están asociadas a la causa de muerte», ha indicado el investigador. «El patrón de fractura resultante indica que se utilizó un objeto contundente con un filo recto y apuntado, como las hachas y azuelas de piedra pulimentada», ha afirmado. 

Estos objetos tienen una morfología similar, pero difieren en su posición y forma de uso, ya que las hachas están enmangadas siguiendo el eje longitudinal del mango, mientras que las azuelas responden a una disposición transversal.

El hecho de que hayan podido identificar el punto de impacto en la fractura craneal ha permitido inferir cuál de estos objetos fue el más probablemente utilizado: la azuela. «La mayor destrucción se localiza en la posición anterior al punto de impacto, por lo que el golpe fue provocado desde la espalda del individuo, probablemente por parte de un atacante diestro», ha revelado Moreno-Ibáñez. «Además, una porción de hueso quedó ligeramente hundida hacia dentro, por lo que probablemente se realizó un movimiento de palanca para extraer la azuela del cráneo tras el golpe», ha concluido. 

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