Otro ejemplo claro sucedió hace casi un año cuando mensajes de cuentas de TikTok de EE.UU. cruzaron fronteras para difundir un supuesto reto que animaba a abusar sexualmente de otras personas el 24 de abril con la idea de que era el Día Internacional de la Violación.
El miedo comenzó a divulgarse en las redes hasta el punto de que muchas chicas hablaban en sus perfiles de no salir a la calle ese día o de hacerlo armadas. La Policía Nacional tuvo que salir en tromba con las mismas armas y usar su TikTok para llevar su mensaje a los más jóvenes.
«Por supuesto que el día 24 de abril no es el día internacional de la violación», dice la agente uniformada en el vídeo que se difundió en este red. «No tenemos constancia de que ese día ningún grupo de hombres vaya a salir a la calle a violar o a agredir a mujeres».
El contenido policial termina con palabras similares a las que el subinspector del grupo de Redes Sociales de la Policía Nacional Víctor Fernández dice a Efe para advertir de que en muchas ocasiones se comparte contenido inadecuado que está lejos de la realidad.
EL MIEDO, UNA MERCANCÍA FÁCIL DE VIRALIZAR
Uno de esos contenidos que son susceptibles de propagarse son los retos, como también los bulos o los intentos de estafa. «Siempre están circulando», asegura Fernández, que explica que incluso son formatos recurrentes que están una temporada y desaparecen y al cabo de un tiempo vuelven a difundirse.
Es el caso del reto viral de la desaparición de las 48 horas, un «viejo conocido» para los agentes y del que la Policía no tiene constancia de ningún caso que haya seguido el desafío.
Esto no significa que reflotar algunos de estos retos no supongan un riesgo ni que todos los que circulan sean peligrosos. Por supuesto, dice el responsable policial, hay desafíos solidarios o cómicos que no responden al patrón de seguir una comportamiento arriesgado.
Ahora bien, son estos retos que implican una conducta temeraria -por ejemplo hacerse un selfi al borde de un edificio o en un precipicio- los que no deben compartirse, recomienda el subinspector, que insiste en que esas «invitaciones» persiguen, en el fondo, que el usuario que las difunde gane «me gustas» y seguidores en su perfil.
Fernández explica que el miedo y lo que genera alarma social es una de las mercancías más fáciles de compartir, de hacerse viral y, también, de lograr más seguidores.
«Los contenidos que generan ese sentimiento de preocupación son los que tienden a difundirse sea por buena intención, por miedo o con la idea de alertar a otro, pero, ojo, porque muchas veces puede ser una alarma innecesaria», explica Víctor Fernández.
Se puede llegar a construir un miedo sobre una situación que no existe, como fue el caso de la alarma sobre las violaciones, o generar un problema, el que a un menor llegue esa cadena para que desaparezca pensando que va a lograr un puñado de ‘likes’ en su perfil.
ACOMPAÑAR A LOS HIJOS EN SU VIDA DIGITAL
Precisamente es en estos casos de contenidos nocivos dirigidos a los más jóvenes donde la problemática se complica porque los menores son muy manipulables y permeables en redes, lo que hace imprescincible la participación de los adultos.
Fernández apunta que los padres tienen que acompañar a sus hijos en su vida digital y supervisar los contenidos, a qué «influencer» siguen, qué vídeos comparten o qué mensajes publican.
Para entender de forma gráfica, el responsable del grupo de redes aconseja a los padres que pregunten a sus hijos qué harían si sus amigos se tiran por un puente, ¿irían detrás? Es igual pero en el mundo «online».
«Debemos ser capaces, todos, de que un chaval tenga interiorizado que no tiene que subirse a un rascacielos para tener un puñado (de ‘likes’) porque por encima de todo está su seguridad física», enfatiza Fernández que concluye: cualquier persona que tenga dudas sobre un contenido en circulación y que puede ser peligroso, que no lo comparta y que consulte sin problemas a las fuerzas de seguridad». EFE
Laura Camacho