Esta vez no se trataba de ningún enviado especial a Cataluña, pero parece que en El Programa de Ana Rosa cualquier reportero tendría que cobrar un plus de peligrosidad por casi jugarse la vida a diario. El último en comprobarlo ha sido uno al que terminaron apuntando en el pecho con un revólver.
No sólo él sino todos los espectadores del espacio se quedaron con los pelos de punta al verlo en un reportaje del equipo de investigación que pretendía profundizar en el tráfico de armas en nuestro país, comprobando si realmente se podían conseguir y si era tan fácil como algunos rumores planteaban.
La investigación no solo concluyó que se podía adquirir un arma fiable y perfectamente funcional por un precio ridículo, sino que se podía conseguir carga y podía adquirirla cualquiera. El reportaje ilustraba cómo tras contactar con el vendedor, el reportero se subía a su vehículo y juntos iban a una vivienda que el periodista no sabría identificar.
Los espectadores comprobaban a continuación cómo el vendedor le mostraba el género y destapaba una caja con munición y un revólver 38. Especial, al tiempo que le explicaba al reportero que el arma es muy fácil de usar. A continuación procedía a ilustrarlo cargándola. Sin demasiado esfuerzo coloca bala tras bala dentro del tambor del revólver, cierra el mecanismo e informa de que el arma ya está lista para utilizarse.
Mientras se lo mostraba, el vendedor comenta que vende cada bala a tres euros, dejando en 150 euros el precio de una caja entera con 50 balas de munición. Sin inmutarse siquiera, el traficante demuestra que controla la situación y se dispone a hacerle una demostración, aunque en ese momento la cosa se complica y el reportero llega a sentirse en peligro de muerte.
Ahí vino lo peor ya que le dijo que «si quieres te hago una demostración aquí ahora mismo. Aquí ahora mismo, sin peligro ninguno», un segundo antes de que el reportero le hiciera su primer ruego, «pero apunta hacia abajo, eh». En ese instante, el traficante levanta el arma y le apunta en el pecho sin siquiera vacilar, mientras le dice por dos veces que «no pasa nada», algo que parece no convencer al reportero que, totalmente intimidado, pide que por favor deje de apuntarle.
Acto seguido, el traficante se dirige a la venta y descarga dos balas que despiertan a los perros del vecino. Tras esta traumática experiencia, el periodista conviene que ya es momento de tratar de irse y se propone formularle un par de preguntas más para cerrar el reportaje e ingeniárselas para salir de ahí. Al final sólo es una, «¿por cuánto, entonces?», antes de que el vendedor le ponga precio al lote de armas y munición: 1.100 euros por un revólver y 50 balas.