¿Puede un asesino rehabilitarse y vivir en sociedad? Esa era la duda principal que planteaba ‘Yo fui un asesino: el crimen de la catana’, la primera producción local del género ‘true crime’ de DMAX, y de momento lo único que ha conseguido resolver es que interesó a la audiencia, porque el canal consiguió con la primera entrega (este jueves será la segunda) una audiencia media de 420.000 espectadores y un excelente 2,6%* de cuota, dato que se multiplicó en Murcia, región que tiene un papel principal en la producción, donde la emisión alcanzó un espectacular 7% de 'share'.
El documental sobre el terrible parricidio que conmocionó a España el 1 de abril del año 2000, cuando José Rabadán, un joven de 16 años mató a sus padres y a su hermana, de 9 años con síndrome de down, utilizando una catana, ha puesto sobre la mesa preguntas que siguen sin resolverse: ¿Por qué lo hizo? ¿Está realmente rehabilitado? ¿Puede una persona con ese oscuro pasado vivir en sociedad?
Para resolverlas ha contado con el propio José Rabadán que tiene hoy 34 años, está casado y tiene una hija de 3 años, que en esta segunda parte narra en primera persona qué recuerda de aquella trágica noche en la que terminó con la vida de su familia y cómo ha sido su vida durante estos 17 años tras cometer el triple crimen. Este episodio sigue los pasos del joven asesino desde su huida a Alicante, su detención dos días después mientras intentaba huir a Barcelona, su confesión, el diagnóstico psiquiátrico, el juicio, la condena y los nueve meses que pasó en prisión, tiempo durante el que el joven empezó a ser verdaderamente consciente de lo que había hecho.
Según él cuenta, “soy consciente de que hay mucha gente que me va a seguir considerando un monstruo, lo hago por esa gente que sí que va a ver que ha habido un cambio en mí. Mi intención es aportar un granito de arena hacia la restauración, parte de la reinserción trata de eso, mostrar que hay esperanza”, aunque cree que «no sé si la sociedad está preparada para mí, muchos pensarán que sigo siendo un monstruo pero ya no estoy enfermo». En la primera entrega venía a decir que su hermana había tenido parte de culpa de su crimen porque dos días antes de cometerlo contó que había soñado que él la mataba, y a sus padres, y que poco más o menos que por ello, al enterarse mientras se lo contaba su madre mientras desayunaba, se dio cuenta que tenía que cumplir ese sueño.
Testimonios inéditos
También se recoge el testimonio de las personas que se han visto implicadas o que le han acompañado de una u otra manera en estos años y que han hecho posible reconstruir qué ha sido su vida durante estos años y tratar de arrojar luz sobre todos los ángulos de la historia. Entre ellos, destaca la participación deJavier Urra, doctor en psicología y ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid; Julio García Celorio, pastor evangélico de la Iglesia Nueva Vida; Jesús Jiménez, pastor y su tutor en la iglesia; y las voces de Tania, su esposa, Joaquín Borja su suegro y Rosa Rabadán, su hermanastra, a la que no veía desde que se encontraba recluido.
Después de pasar por dos centros de Menores, José Rabadán se fue a Cantabria. La sede evangelista de la asociación Nueva Vida le aceptó en su casa de acogida para vivir los dos años de libertad que le quedaban. Julio García Celorio, Pastor Evangélico de la Iglesia, creía firmemente que José tenía todo el derecho a “salir adelante” a pesar de lo terrible de su delito. Aquellos años fueron trascendentes en la vida de Rabadán que, tras un difícil proceso de adaptación, comenzó una nueva vida en libertad, formando su propia familia y lejos de Murcia. Esta segunda entrega de ‘Yo Fui un Asesino’ concluye con el regreso de José a su ciudad natal, a su barrio, a donde no regresaba desde su puesta en libertad hace casi diez años.
Solo una vez pidió permiso para levantarse e ir a secarse las lágrimas. Tras eso, se volvió a sentar y siguió contando su historia. Fue capaz de ir otra vez al barrio que le vio crecer y entrar a la casa en la que asesinó a su familia. Él se casó con la hija del pastor de su iglesia evangélica en la que pasó los dos años de libertad vigilada. Y ella habla, ocultando su rostro eso sí, en la segunda entrega. Algo que tampoco se había escuchado hasta ahora.
Desde la productora se ha puntualizado que «no le hemos pagado, fue él el quién se nos acercó y quiso hacerlo. Esperemos que quede aquí y que no empiece un tour por las televisiones». Rabadán argumenta que quiere dar esperanza y ser un ejemplo del funcionamiento de la rehabilitación. Habla de segundas oportunidades y de la posibilidad de ser un «psicópata bueno salvado por la religión».
M. A.