viernes, noviembre 22, 2024
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La modelo perfecta deja en evidencia al confeso homosexual

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Menos mal que se hizo justicia. Alicia, la que más pruebas ganó a lo largo del concurso, se hizo con la primera edición de Maestros de la costura, que acabó por todo lo alto, con más de 2 millones de espectadores (2.150.000) y un extraordinario 16,6% de cuota de pantalla para La 1. Mal haría TVE en dejar en el olvido un formato que, aunque no ha conseguido los registros de MasterChef, sí ha rendido muy por encima de las cifras de la cadena. 

Quizás si, como en algún talent o reality televisivo, la audiencia hubiera determinado el ganador, a estas horas el nombre del mismo sería otro, porque Alicia era tan perfecta (buena compañera, guapa, lista…) que no hubiera tenido el fervor popular, como tampoco tuvo, salvo tres excepciones, el de sus propios compañeros, a los que la envidia les pudo durante todo el programa. 

El ejemplo de ello, pero a la contraria, sería el de Eduardo, que casi era el peor de los doce aspirantes que empezaron el espacio y que, por deseo de la productora y de quién sabe más, se plantó en la final con muchos menos méritos que la mayoría. Su condición sexual se la restregó a la audiencia hasta el último día, «me he dejado llevar por mi impulso homosexual», dijo a la hora de justificar el por qué había elegido a Mónica Cruz como ayudante para la prueba final, y quizás fue por la que les terminó de hacer gracia a Caprile y Palomo, que ya vieron desde el principio que éste era el concursante más vago del formato. 

En su primera prueba de expulsión resultó perdedor pero, por no se sabe bien qué criterio, a la semana siguiente alguien se inventó una repesca entre los que se habían ido que hasta el telespectador más corto sabía que iba a servir para reintegrarle al grupo. Sus ¿gracias? y ¿ocurrencias? parecían fundamentales para seguir enganchando al personal (craso error) y hasta el día en que ejerció de jefe de equipo y tenía todas las de irse de nuevo a la calle se dio otro milagro para que así no fuera, en forma de orden de que los jefes cambiaran de equipo a última hora, para que él pudiera salvarse. 

Lo de este lunes, criticando en público a una Mónica Cruz que hizo lo único potable del vestido de novia que tenía que crear él, fue de traca y, al menos, esta vez sí que no fue permitido por el jurado. Viendo su forma de trabajar, tan lenta, sin sentido y desorganizada, seguramente pocos diseñadores, por no decir ninguno, querrían tenerlo en su equipo. 

Todo lo contrario que gente como Alicia o Antonio, el otro finalista, o la andaluza Luisa, que no llegó a la última prueba por un pelo, o incluso el bordador valenciano, que demostró ser un gran trabajador siempre. Mahi, la amiga de Eduardo, la chica de la gasolinera, resultó ser como él, aunque, eso sí, algo más esforzada. A la ganadora, con 23 años y todavía con mucho tiempo para seguir formándose, se la rifarán. Como se rifan ya como jurados a Caprile, Palomo y Escoté. Todo un acierto.

M. Arroyo

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