Es Cuaresma; vaya donde vayan, sus amistades le obsequiarán con torrijas. Todas ellas serán del tipo “como las hacía mi abuela”. Es sabido que las madres ya no ejercen magisterio gastronómico. Así, hay tantas clases de torrijas como abuelas. Aquí, el Pinche les recomendará una – mi abuela , la muy bruja, no hacia torrijas sino rosquillas – para que Ustedes no queden mal y le regalen pan frito a sus amistades.
Las Torrijas, como las migas, se han beneficiado de un excesivo “branding”: veinte siglos ponderando sus virtudes las han convertido en un producto imprescindible. Que esa presencia ineludible se produzca en Cuaresma se debe a un secreto de la historia o a que en la cuaresma de posguerra se pasó mucha, pero que mucha, hambre.
El pan frito con miel y leche se encuentra en los papeles de un tal Apicio, un destacado gourmet del siglo I, pasó por la edad media y llegó al renacimiento español. Juan de la Encina, poeta y cura castellano, nos dejo una receta sugerida “ miel e muchos huevos / para hacer torrejas”, propuesta que el poeta hace a la Virgen, para que se cure de haber parido al redentor.
De la Encina desvela así el secreto del dulce: tiene su origen en la voluntad de las parturientas romanas de recuperarse cuanto antes, a golpe de aportación energética.
Esa virtud energética convirtió a la Torrija en producto muy útil en épocas de hambre. Cocina de reciclado se llama ahora a lo que siempre fue pan duro. Sea como fuere, el hambre cuaresmal de posguerra nos colocó al dulce de pan leche y miel en un periodo estacional. ¿Por qué algo que tanto nos gusta no se come todo el año? Secreto de pasteleros.
En fin, más allá de la historia, el Pinche viene a ayudarles a epatar a sus amistades. Hagan acopio de pan duro, aunque pueden comprar panes preparados, especiados y aromatizados en cualquier panadería. Algo que irritaría a su abuela pero que da el pego, no se pongan fundamentalistas.
Si son Ustedes abuela normal, deberán guardar, como ingredientes, unos cinco huevos por una barra de pan; canela, un litro de leche, azúcar y un poquito de aceite de oliva. Si su abuela era pijita, háganse con vainilla (la vaina es suficiente, ahorren las semillas), unas peladuras de naranja o limón y miel. Si ya está Usted en el nivel gourmet puede preparar vino de oporto.
La elaboración requiere nivel culinario del siglo I, así que no se pongan a presumir delante del personal. Pongan Ustedes la leche en un chacharro y llévenla casi ebullición; cuando la tengan, pongan azúcar, vanilla y canela, bien removido y dejen reposar la infusión (aquí pueden añadir la peladura de naranja, limón) – no hace falta que manchen la vitrocerámica se puede hacer en el microondas – .
Si están en el nivel «pijogourmet» ponga la copita de Oporto (he dicho copita). La leche no debe estar caliente cuando empape el pan.
Pongan la leche en un recipiente adecuado y dejen que el pan empape. Mientras, pueden batir los huevos. Sacan Ustedes las rebanadas cuando consideren que están en su punto, báñenlas en huevo y frían el pan. No se pasen de aceite para que mantenga temperatura. Deben dorarse por ambos lados.
Según las van sacando las pasan Ustedes por un plato de azúcar y canela y las dejan reposar. O usen la miel, si es menester. Si las dejan reposar, habrán sudado algo de almibar y sabrán mejor.
Ahora, si no recuerda alguna anécdota de abuela e infancia, debe Usted inventarse una abuela y una historia. A la gente le gusta tanto el pan frito como que le cuenten un cuento.
El Pinche