Aprovechar el puente de la festividad de Todos los Santos para visitar y disfrutar de la gastronomía en La Carreta es todo un acierto. Lo es todos los días de la semana. Pero, puesto que veníamos de celebrar el 70º cumpleaños de un familiar en el Parador de Alarcón, era ‘parada’ obligada hacer un alto en el camino antes de llegar a nuestro destino en la capital del Turia.
El equipo de Arturo Tornero, su director, funciona con fluidez, el menú del día es fantástico. La paella valenciana y el arroz con costilla, delicioso. Otros comensales probaron el salmón, los canelones y la ensalada. Merece una mención destacada el pulpo a la brasa. Delicioso, jugoso y muy tierno.
Para los niños, y eran siete, el camarero ‘arregló’ un abundante arroz a la cubana que ‘voló’ en pocos minutos. Algunos de ellos querían bañarse en la piscina de las instalaciones del hotel. El calor apretaba, con temperaturas más bien estivales.
El restaurante estaba lleno, incluso el bar tenía en algunos momentos cola para degustar bocadillos, tapas de fritura como las patatas bravas o los calamares y varios empleados del circuito de motos de Cheste, de alguna escudería italiana, disfrutaban del momento de la comida, como si ya hubieran estado en La Carreta en más de una ocasión.
Incluso los trabajadores de una empresa, uniformados con sus camisetas fluorescentes, comieron a escasos metros de la mesa en la que un servidor estaba. Eché de menos el ajoarriero, que hace algunos años se servía como aperitivo, a modo de bienvenida, cosa que alegraba la vista y el apetito de los comensales.
En ocasiones, la comida tradicional, siempre con pinceladas vanguardistas, se fundía en la terraza con el ruido estampido de la circulación de los trenes AVE, a Madrid o de regreso a Valencia, que nos recuerdan cómo ha evolucionado la zona, desde la construcción de la Autovía A-3, que supuso un quebranto económico para La Carreta durante la duración de las obras, las consecuencias de la Gran Recesión, o el volumen de negocio que atrae el circuito de motos y sólo para el fin de semana de carreras del Campeonato de Motociclismo.
Acertamos con la paella valenciana, en su punto de cocción el arroz, bien dorada la carne y cocidas las verduras. Me hubiera pedido otro plato. Solo pedí medio menú, pero pude saborear algún bocado de los platos de mis acompañantes.
Los postres, siempre caseros, hicieron las delicias de los más golosos. En este sentido, la reseña no podía olvidar a la ‘otra tarta de queso’, muy cremosa, algo diferente. Me decidí por la fruta del tiempo. El melón no falla y me sirvieron dos gruesas cortadas, imposibles de devorar en su totalidad. Necesité la ayuda de uno de los sobrinos, que aprovechó su regreso del parque infantil que hay a pocos metros para terminar el plato. La otra opción fue la piña, muy bien presentada.
La Carreta ha cumplido recientemente medio siglo de existencia. Jamás un antiguo campo de algarrobas había producido tanta felicidad, descanso y apetito.
¡Enhorabuena Arturo y equipo de La Carreta!